jueves, 19 de noviembre de 2009

Una vez, cuando tenía 17, B. me ha dicho que él puede adivinar muchas cosas de la gente sin conocerla mucho. Por ejemplo, dijo, él adivinaba que yo le había gustado a muchos, muchos niños, pero ninguno había muerto por mí, jamás ninguno se había enamorado. Y tenía razón.


Lo triste hoy, cuando tengo 19, es que todavía tiene razón.